Iris von Everec
Iris nunca asumió la separación y ni siquiera
pudo leer la carta de despedida de su marido,
aunque conservó la rosa violeta que le entregó
al marcharse, que pasó a ser el punto de fuga
de todo el amor y la nostalgia que hacían estragos en su alma.
Cuando murió, estos sentimientos no resueltos anclaron su
espíritu
a este mundo y siguieron haciéndola sufrir.
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